El ejemplo típico de este tipo de límites es la Falla de San Andrés, que pone en contacto la placa Norteamericana con la Pacífica. Su movimiento ha originado terremotos con devastadores efectos para las cercanas ciudades de San Francisco y Los Ángeles. Mientras las placas se desplazan, las rugosidades del límite hacen que este permanezca estático, acumulando energía en forma de deformación elástica. Así, cuando la energía es capaz de vencer el rozamiento, se
libera de forma repentina en forma de desplazamiento y de ondas sísmicas.
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